Antes
de brincar, el hombre se hizo la misma pregunta. Lo hizo de manera insistente.
No era primavera. Ni siquiera verano. Un poco de lluvia. También unas cuantas
palomas. Saltó porque en la historia dice que eso pasa. Alcanzó a las palomas.
En realidad eran besos. El hombre lo sabría después. Cuando sus labios
comenzaron a pudrirse. Cuando decidió no salir de su casa jamás.
Cada
día. También cada semana. Se trata de hombres y mujeres. De besos. Los que se
dan con los ojos cerrados. Y no se piensa. Te quedas en blanco. Un beso. Se
trata de hombres y mujeres. Los besos se pudren en los labios. Vayan ustedes a
saber dónde los avientan los solitarios tiernos. Aprovechen esos labios que
ahora tienen enfrente. Yo acabo de tirar el montón de esta semana. Desde un balcón.
Como palomas. Besos que no alcanzaron a ser. Ahí van. Tal vez y lleguen a donde
tendrían que haber estado. Tal vez no. Eso es triste. Punto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario