La renovada
muerte de la noche
Salvador
Novo
La
renovada muerte de la noche
en
la que ya no nos queda
sino
la breve luz de la conciencia
y
tendernos al lado de los libros
de
donde las palabras escaparon sin fuga,
crucificadas
en mi mano, y en esta cripta de familia
en
la que existe en cada espejo
y
en cada sitio la evidencia del crimen
y
en cuyos roperos dejamos
la
crisálida de los adioses irremediables
con
que hemos de embalsamar el futuro,
y
en los ahorcados que penden de cada lámpara,
y
en el veneno de cada vaso que apuramos,
y
en esa silla eléctrica
en
que hemos abandonado nuestros disfraces
para
ocultarnos bajo los solitarios sudarios,
mi
corazón ya no sabe sino marcar el paso
y
dar vueltas como un tigre de circo
inmediato
a una libertad inasible.
Todos
hemos ido llegando a nuestras tumbas
a
buena hora, a la hora debida,
en
ambulancias de cómodo precio
o
bien de suicidio natural y premeditado.
Y
yo no puedo seguir trazando un escenario perfecto
en
que la luna habría de jugar un papel importante,
porque
en estos momentos
hay
trenes por encima de toda la tierra
que
lanzan unos dolorosos suspiros
y
que parten,
y
la luna no tiene nada que ver
con
las breves luciérnagas que nos vigilan
desde
un azul cercano y desconocido
lleno
de estrellas políglotas e innumerables.
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