…Todo
lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que
suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las
muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que
glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados…
Brillan como perlas de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo,
metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner
todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las
limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes
ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como
aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las
trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema,
como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio,
regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque
una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita
adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra,
transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando
de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces…
Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor
apenas comenzada…
Pablo
Neruda, Confieso que he vivido
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