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miércoles, 25 de marzo de 2015

Por la carne también se llega al cielo.

Booz canta su amor
Gilberto Owen

Me he querido mentir que no te amo,
roja alegría incauta, sol sin freno
en la tarde que sólo tú detienes,
luz demorada sobre mi deshielo.
Por no apagar la brasa de tus labios
con un amor que darte no merezco,
por no echar sobre el alba de tus hombros
las horas que le restan a mi duelo.
Pero cómo negarte mis espigas
si las alzabas con tan puro gesto;
cómo temer tus años, si me dabas
toda mi juventud en mi deseo.

Quédate, amor adolescente, quédate.
Diez golondrinas saltan de tus dedos.
París cumple en tu rostro quince años.
Cómo brilla mi voz sobre tu pecho.
óyela hablarte de la luna, óyela
cantando lánguida por los senderos:
sus palabras más nimias tienen forma,
no le avergüenza ya decir "te quiero".
Me has untado de fósforo los brazos:
no los tienen más fuertes los mancebos.
Flores palúdicas en los estanques.
de mis ojos. El trópico en mis huesos.
Cien lugares comunes, amor cándido,
amoroso y porfiado amor primero.

Vámonos por las rutas de tus venas
y de mis venas. Vámonos fingiendo
que es la primera vez que estoy viviéndote.
Por la carne también se llega al cielo.
Hay pájaros que sueñan que son pájaros
y se despiertan ángeles. Hay sueños
de los que dos fantasmas se despiertan
a la virginidad de nuestros cuerpos.
Vámonos como siempre: Dafnis, Cloe.
Tiéndete bajo el pino más erecto,
una brizna de yerba entre los dientes.
No te muevas. Así. Fuera del tiempo.

Si cerrara los ojos, despertándome,

me encontraría, como siempre, muerto.

He soñado una fuga. Un "para siempre"

Medialuz

César Vallejo
He soñado una fuga. Y he soñado
tus encajes dispersos en la alcoba.
A lo largo de un muelle, alguna madre;
y sus quince años dando el seno a una hora.

He soñado una fuga. Un "para siempre"
suspirado en la escala de una proa;
he soñado una madre;
unas frescas matitas de verdura,
y el ajuar constelado de una aurora.

A lo largo de un muelle...

Y a lo largo de un cuello que se ahoga!

lunes, 23 de marzo de 2015

Que no se acabe nunca la madeja del te quiero me quieres...

Quiero llorar mi pena y te lo digo...
Federico García Lorca

Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja

ni sombra por la carne estremecida.

Los muertos odian el número dos...

Pequeño poema infinito
Federico García Lorca


                                                                  Para Luis Cardoza y Aragón

Equivocar el camino
es llegar a la nieve
y llegar a la nieve
es pacer durante varios siglos las hierbas de los cementerios.
Equivocar el camino
es llegar a la mujer,
la mujer que no teme a la luz,
la mujer que mata dos gallos en un segundo,
la luz que no teme a los gallos
y los gallos que no saben cantar sobre la nieve.
Pero si la nieve se equivoca de corazón
puede llegar el viento Austro
y como el aire no hace caso de los gemidos
tendremos que pacer otra vez las hierbas de los cementerios.
Yo vi dos dolorosas espigas de cera
que enterraban un paisaje de volcanes
y vi dos niños locos
que empujaban llorando las pupilas de un asesino.
Pero el dos no ha sido nunca un número
porque es una angustia y su sombra,
porque es la guitarra donde el amor se desespera,
porque es la demostración del otro infinito que no es suyo
y es las murallas del muerto
y el castigo de la nueva resurrección sin finales.
Los muertos odian el número dos,
pero el número dos adormece a las mujeres,
y como la mujer teme la luz,
la luz tiembla delante de los gallos
y los gallos sólo saben volar sobre la nieve,

tendremos que pacer sin descanso las hierbas de los cementerios.

Quisiera estar en tus labios para apagarme en la nieve de tus dientes.

Madrigal apasionado
Federico García Lorca

Quisiera estar en tus labios
para apagarme en la nieve
de tus dientes.
Quisiera estar en tu pecho
para en sangre deshacerme.
Quisiera en tu cabellera
de oro soñar para siempre.
Que tu corazón se hiciera
tumba del mío doliente.
Que tu carne sea mi carne,
que mi frente sea tu frente.
Quisiera que toda mi alma
entrara en tu cuerpo breve
y ser yo tu pensamiento
y ser yo tu blanco veste.
Para hacer que te enamores
de mí con pasión tan fuerte
que te consumas buscándome
sin que jamás ya me encuentres.
Para que vayas gritando
mi nombre hacia los ponientes,
preguntando por mí al agua,
bebiendo triste las hieles
que antes dejó en el camino
mi corazón al quererte.
Y yo mientras iré dentro
de tu cuerpo dulce y débil,
siendo yo, mujer, tú misma,
y estando en ti para siempre,
mientras tú en vano me buscas
desde Oriente a Occidente,
hasta que al fin nos quemara

la llama gris de la muerte.

jueves, 19 de marzo de 2015

Noche en el agua

Carlos Pellicer

                                               A Francisco Serrano Méndez

Noche en el agua.
Yo te lo dije,
noche en el agua.

Cuatro luceros
clavan el aire,
cuatro luceros.
Por cuatro cielos
la noche vale.

Tiempo y alhaja
se lleva el río,
noche en el agua.

Noche que lleva su enorme cielo;
por lo que tiembla sobre sus senos
brilla en el río
con la caída de algún lucero.

Cayó un lucero.
Toda la noche puse los codos
en barandales iluminados.

Cundió la brisa sus nomeolvides
y el dulce vaho
cimbrea el aire que el viento roba
como sustrae
los colibríes sin una mano.

Noche que sacas
las cuentas claras de tus estrellas
en los papeles que el río cala.
Por los sauzales
pasó la onda que sabe cifras
y se equivoca con las estrellas que surgen tarde.

Con qué mirada
busco a la noche que se me pierde
tras la cosecha
de las estrellas
y a espaldas negras brilla ocultada.

Noche en la orilla de mi presencia
que me diluyes en liquidámbar.

Tiempo que suelta
y luego enlaza.

El aire brilla tiempo y alhaja.

A los rincones de las luciérnagas
la noche baja.

Y hay una mano de rayos X
que entra en mis ojos y se los lleva
para ocultarles otra mirada.
Noche en el agua.

Yo te lo dije:

Noche en el agua.

Cundió la brisa sus nomeolvides y el dulce vaho cimbrea el aire que el viento roba como sustrae los colibríes sin una mano.

Noche en el agua

Carlos Pellicer

                                               A Francisco Serrano Méndez

Noche en el agua.
Yo te lo dije,
noche en el agua.

Cuatro luceros
clavan el aire,
cuatro luceros.
Por cuatro cielos
la noche vale.

Tiempo y alhaja
se lleva el río,
noche en el agua.

Noche que lleva su enorme cielo;
por lo que tiembla sobre sus senos
brilla en el río
con la caída de algún lucero.

Cayó un lucero.
Toda la noche puse los codos
en barandales iluminados.

Cundió la brisa sus nomeolvides
y el dulce vaho
cimbrea el aire que el viento roba
como sustrae
los colibríes sin una mano.

Noche que sacas
las cuentas claras de tus estrellas
en los papeles que el río cala.
Por los sauzales
pasó la onda que sabe cifras
y se equivoca con las estrellas que surgen tarde.

Con qué mirada
busco a la noche que se me pierde
tras la cosecha
de las estrellas
y a espaldas negras brilla ocultada.

Noche en la orilla de mi presencia
que me diluyes en liquidámbar.

Tiempo que suelta
y luego enlaza.

El aire brilla tiempo y alhaja.

A los rincones de las luciérnagas
la noche baja.

Y hay una mano de rayos X
que entra en mis ojos y se los lleva
para ocultarles otra mirada.
Noche en el agua.

Yo te lo dije:

Noche en el agua.

Vida de estatua, muerte inhabitada sin la jardinería de un anhelo.

Mi voluntad de ser no tiene cielo...

Carlos Pellicer

Mi voluntad de ser no tiene cielo;
sólo mira hacia abajo y sin mirada.
¿Luz de la tarde o de la madrugada?
Mi voluntad de ser no tiene cielo.

Ni la penumbra de un hermoso duelo
ennoblece mi carne afortunada.
Vida de estatua, muerte inhabitada
sin la jardinería de un anhelo.

Un dormir sin soñar calla y sombrea
el prodigioso imperio de mis ojos
reducido a los grises de una aldea.

Sin la ausencia presente de un pañuelo
se van los días en pobres manojos.

Mi voluntad de ser no tiene cielo.