Encarnaciones
Tomas Segovia
Hundido
el rostro en tu cabello, aspiro
el sofocante aliento de la noche
que allí estancado humea y flota como el sueño. Todo el inmenso espacio pesadamente yace sobre esta tibia tierra adormecida,
sobre el cuarto y el lecho y nuestros miembros, y la casi secreta agitación
que mueve nuestros pechos.
No respiramos aire, respiramos silencio;
un gran silencio inmóvil
que cubre nuestra piel desnuda
como oscuros aceites.
el sofocante aliento de la noche
que allí estancado humea y flota como el sueño. Todo el inmenso espacio pesadamente yace sobre esta tibia tierra adormecida,
sobre el cuarto y el lecho y nuestros miembros, y la casi secreta agitación
que mueve nuestros pechos.
No respiramos aire, respiramos silencio;
un gran silencio inmóvil
que cubre nuestra piel desnuda
como oscuros aceites.
Y
de pronto,
siento que mi ternura me desborda y anega,
siento que mi ternura me desborda y anega,
que
también con la sombra te acaricio, y te abrazo también con el espacio,
y te rozo los labios con el aire;
que toda esta solícita violencia
y te rozo los labios con el aire;
que toda esta solícita violencia
es
también este vasto silencio conmovido que arrojado de bruces encima de nosotros
se asoma a nuestro amor,
y lo recorre entero un estremecimiento, sollozo cálido, ala del destino.
y lo recorre entero un estremecimiento, sollozo cálido, ala del destino.
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