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martes, 8 de abril de 2014

Era la cajita de madera, la primera, la que tenía las florecitas amarillas, aquella que tocaba el finale del acto I de El lago de los cisnes, estaba ahí a mitad del sueño, entre ciertas angustias que no se van, en medio de rostros que se desvanecen. Casi la toque, casi pude girar la manivela y escuchar las tímidas notas… casi regresaba a mis manos. Luego más angustia, soñar así debería estar prohibido. Y pienso que quizá deba iniciar la búsqueda de una cajita que tenga las mismas notas, quizá allí esté toda yo, todo eso que se me olvidó. Y mientras la hallo puedo hacerme de varias más, otra vez cajitas, varias cajitas… es un buen plan buscar cajitas que salven sueños, que contengan los deseos, que recuerden lo que soy. Cajitas reales no las del recuerdo; hay tanto que ya sólo existe en mi memoria y mi memoria que es tan amiga del olvido. Ya no sé dónde se compran las cajitas, un par de veces se me han puesto enfrente, sólo me atrapo una, qué mundo tan maravilloso tocaba… creo que empezaré a poner atención y con suerte ellas me encontraran. 

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