A ti te espero. Eso digo mientras observo por la
ventana. Un gato camina lentamente por la banqueta. Casi transparente. A ti te
espero. A la historia que aún no existe. Tenemos los puntos, acentos y comas.
También tus labios. Son de esas historias que no son tan fáciles de contar.
Espero con paciencia, no tengo paciencia. Ignoro cuándo vas a llegar. Luego me detengo en semáforos
de caos. Apuesto: cruzaras esa esquina. Apuesto: de qué color será tu camisa.
Apuesto: cuánto tardarán en abrirse esos labios. Mejor todavía. Cuánto
tardaremos en llegar a casa, tropezar con un gato casi transparente, subir las
escaleras, barrer los puntos, acentos y comas, y con manos nerviosas al fin
escribir una insignificante historia: la nuestra.
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