Estoy
triste, y mis ojos no lloran
Pablo Neruda
Estoy
triste, y mis ojos no lloran
y
no quiero los besos de nadie;
mi
mirada serena se pierde
en
el fondo callado del parque.
¿Para
qué he de soñar en amores
si
está oscura y lluviosa la tarde
y
no vienen suspiros ni aromas
en
las rondas tranquilas del aire?
Han
sonado las horas dormidas;
está
solo el inmenso paisaje;
ya
se han ido los lentos rebaños;
flota
el humo en los pobres hogares.
Al
cerrar mi ventana a la sombra,
una
estrena brilló en los cristales;
estoy
triste, mis ojos no lloran,
¡ya
no quiero los besos de nadie!
Soñaré
con mi infancia: es la hora
de
los niños dormidos; mi madre
me
mecía en su tibio regazo,
al
amor de sus ojos radiantes;
y
al vibrar la amorosa campana
de
la ermita perdida en el valle,
se
entreabrían mis ojos rendidos
al
misterio sin luz de la tarde...
Es
la esquila; ha sonado. La esquila
ha
sonado en la paz de los aires;
sus
cadencias dan llanto a estos ojos
que
no quieren los besos de nadie.
¡Que
mis lágrimas corran! Ya hay flores,
ya
hay fragancias y cantos; si alguien
ha
soñado en mis besos, que venga
de
su plácido ensueño a besarme.
Y
mis lágrimas corren... No vienen...
¿Quién
irá por el triste paisaje?
Sólo
suena en el largo silencio
la
campana que tocan los ángeles.
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