Vuelo
Miguel
Hernández
Sólo
quien ama vuela. Pero, ¿quién ama tanto
que
sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo
va este odio reinante todo cuanto
quisiera
remontarse directamente vivo.
Amar
... Pero, ¿quién ama? Volar ... Pero, ¿quién vuela?
Conquistaré
el azul ávido de plumaje,
pero
el amor, abajo siempre, se desconsuela
de
no encontrar las alas que da cierto coraje.
Un
ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso
ascender, tener la libertad por nido.
Quiso
olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde
faltaban plumas puso valor y olvido.
Iba
tan alto a veces, que le resplandecía
sobre
la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser
que te confundiste con una alondra un día,
te
desplomaste otro como el granizo grave.
Ya
sabes que las vidas de los demás son losas
con
que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
Pasa,
vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
A
través de las rejas, libre la sangre afluya.
Triste
instrumento alegre de vestir; apremiante
tubo
de apetecer y respirar el fuego.
Espada
devorada por el uso constante.
Cuerpo
en cuyo horizonte cerrado me despliego.
No
volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por
estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por
más que te debatas en ascender, naufragas.
No
clamarás. El campo sigue desierto y mudo.
Los
brazos no aletean. Son acaso una cola
que
el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La
sangre se entristece de debatirse sola.
Los
ojos vuelven tristes de mal conocimiento.
Cada
ciudad, dormida, despierta loca, exhala
un
silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
como
un élitro ronco de no poder ser ala.
El
hombre yace. EL cielo se eleva. El aire mueve.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario