Lo chistoso de todo esto es que reímos. Sin
saber por qué, pero reímos. Y tal vez no sea eterna. Eso de la risa que escapa
de nuestras abiertas bocas cuyos dientes están llenos de caries. Pero ahora
reímos. Lo hacemos como lo hicimos la primera vez. Nos pueden engañar. Pero
reímos. Bajo la tarde. Con lluvia. Reímos. Simios felices dentro de la misma y
antigua jaula.
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