La voz a ti
debida
Pedro
Salinas
1
Tú
vives siempre en tus actos.
Con
la punta de tus dedos
pulsas
el mundo, le arrancas
auroras,
triunfos, colores,
alegrías:
es tu música.
La
vida es lo que tú tocas.
De
tus ojos, sólo de ellos,
sale
la luz que te guía
los
pasos. Andas
por
lo que ves. Nada más.
Y
si una duda te hace
señas
a diez mil kilómetros,
lo
dejas todo, te arrojas
sobre
proas, sobre alas,
estás
ya allí; con los besos,
con
los dientes la desgarras:
Ya
no es duda.
Tú
nunca puedes dudar.
Porque
has vuelto los misterios
del
revés. Y tus enigmas,
lo
que nunca entenderás,
son
esas cosas tan claras:
la
arena donde te tiendes,
la
marcha de tu relój
y
el tierno cuerpo rosado
que
te encuentras en tu espejo
cada
día al despertar,
y
es el tuyo. Los prodigios
que
están descifrados ya.
Y
nunca te equivocaste,
más
que una vez, una noche
que
te encapricho una sombra
-la
única que te ha gustado-.
Una
sombra parecía.
Y
la quisiste abrazar.
Y
era yo.
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