Hay que ver
lo que ocurre bajo la lluvia. Por ejemplo, ella y él caminan sobre la acera de calzada de Tlalpan. Veloces los automóviles circulan, y en lo alto hay un
espectacular que siempre está en renta. Con su gusano anaranjado y su ruido
interminable es mucha la soledad que se experimenta al caminar sobre la acera
de calzada de Tlalpan. Hay que estar ahí para vivirla. Eso lo piensa ella, pero
no lo dice, no quiere echar a perder el momento (tal vez se trata de una
primera cita, luego de tantas veces juntos). Él suspira. Hace varias calles que permanecen en silencio.
Cuando llegan a la siguiente esquina pasa un automóvil y ellos se detienen, se
miran y se roban un beso de esos que no tan fácil olvidas (se muerden los
labios). Largo. Quién sabe cuántos automóviles más pasan. A nadie se le ocurre
contarlos. Luego otra vez vuelven a caminar. Es la manera que tienen para
quebrar sus silencios. Cuando llegan a la casa de él suceden tantas risas,
miradas y lecturas... qué curioso es su acento, a ratos complica la plática. Escuchan tras de la ventana la lluvia. Me gustan los besos
sobre calzada de Tlalpan, piensa ella con una taza de café en las manos. No lo
dijo. Él duerme a su lado. Hay que ver
lo que ocurre bajo la lluvia.
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