Musa
Roberto
Bolaño
Era
más hermosa que el sol
y
yo aún no tenía 16 años.
24
han pasado
y
sigue a mi lado.
A
veces la veo caminar
sobre
las montañas: es el ángel guardián
de
nuestras plegarias.
Es
el sueño que regresa
con
la promesa y el silbido.
El
silbido que nos llama
y
que nos pierde.
En
sus ojos veo los rostros
de
todos mis amores perdidos.
Ah,
Musa, protégeme,
le
digo, en los días terribles
de
la aventura incesante.
Nunca
te separes de mí.
Cuida
mis pasos y los pasos
de
mi hijo Lautaro.
Déjame
sentir la punta de tus dedos
otra
vez sobre mi espalda,
empujándome,
cuando todo esté oscuro,
cuando
todo esté perdido.
Déjame
oír nuevamente el silbido.
Soy
tu fiel amante
aunque
a veces el sueño
me
separe de ti.
También
tú eres la reina de los sueños.
Mi
amistad la tienes cada día
y
algún día
tu
amistad me recogerá
del
erial del olvido.
Pues
aunque tú vengas
cuando
yo vaya
en
el fondo somos amigos
inseparables.
Musa,
a donde quiera
que
yo vaya
tú
vas.
Te
vi en los hospitales
y
en la fila
de
los presos políticos.
Te
vi en los ojos terribles
de
Edna Lieberman
y
en los callejones
de
los pistoleros.
¡Y
siempre me protegiste!
En
la derrota y en la rayadura.
En
las relaciones enfermizas
y
en la crueldad,
siempre
estuviste conmigo.
Y
aunque pasen los años
y
el Roberto Bolaño de la Alameda
y
la Librería de Cristal
se
transforme,
se
paralice,
se
haga más tonto y más viejo
tú
permanecerás igual de hermosa.
Más
que el sol
y
que las estrellas.
Musa,
a donde quiera
que
tú vayas
yo
voy.
Sigo
tu estela radiante
a
través de la larga noche.
Sin
importarme los años
o
la enfermedad.
Sin
importarme el dolor
o
el esfuerzo que he de hacer
para
seguirte.
Porque
contigo puedo atravesar
los
grandes espacios desolados
y
siempre encontraré la puerta
que
me devuelva
a
la Quimera
porque
tú estás conmigo,
Musa,
más
hermosa que el sol
y
más hermosa
que
las estrellas.
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