El recuerdo llegó
con la lluvia; qué frescas son las gotas que recorren el rostro parece que
buscan lavar las tristezas de los cuerpos. En esa tarde, la del recuerdo, no
alcanzaron para limpiar todo aquello, así que hubo una que otra lágrima que
debió auxiliarlas; era sábado, era ilusión, era nerviosismo, era deseo de ver
la sonrisa, fue nostalgia.
La nostalgia regresa en los momentos
menos oportunos, pasa y se acomoda en el pecho en duermevela. Había tenido
semanas complicadas, de esas en las que las alas se doblan hasta tocar el
suelo. Parecía lejano el término del espiral de sucesos que vertiginosos
corrían contra el reloj.
Se escuchó el cerrar de la puerta, buen
momento para cerrar los ojos, dejarse ir y por qué no soñar.
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