Hay
lunes que de tan melancólicos no se alcanzan a sostener del martes. Pierden
entonces su camino. Días que se fracturan de la semana y se construyen aparte.
Suceda lo que suceda, quedará el lunes 4 de agosto marcado en el calendario
como un día de esos melancólicos. Y a pesar de que se construyen aparte, te
alcanzan, dan contigo a temprana hora, te susurran al oído que ese lunes no
pertenece a la primera semana de agosto, que te olvides por un momento de él;
se quedan a la deriva en un océano que seguramente es de melancolía. Quién sabe
cómo son los océanos así. Tal vez en lugar de peces, días. Como este lunes.
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