Apagamos las
manos. Dejamos encima del mar marchitarse la luna...
José Hierro
Apagamos las
manos. Dejamos encima del mar marchitarse la luna
y nos
pusimos a andar por la tierra cumplida de sombra.
Ahora ya es
tarde. Las albas vendrán a ofrecernos sus húmedas flores.
Ciegos
iremos. Callados iremos, mirando algo nuestro que escapa
hacia su
patria remota.
(Nuestro
espíritu debe de ser, que cabalga
sobre las
olas.)
Ahora ya es
tarde. Apagamos las manos felices
y nos
ponemos a andar por la tierra cumplida de sombra.
Hemos caído
en un pozo que ahoga los sueños.
Hemos
sentido la boca glacial de la muerte tocar nuestra boca.
Antes,
entonces, con qué gozo ardiente,
con qué
prodigioso encenderse de aurora
modelamos en
nieblas efímeras, en pasto de brisas ligeras,
nuestra
cálida hora.
Y cómo
apretamos las ubres calientes. Y cómo era hermoso
pensar que
no había ni ayer, ni mañana, ni historia.
Ahora ya es
tarde; apagamos las manos felices
y nos
ponemos a andar por la tierra cumplida de sombra.
Cómo errar
por los años, como astros gemelos, sin fuego,
como astros
sin luz que se ignoran.
Cómo andar,
sin nostalgia, el camino, soñando dos sueños distintos
mientras en
torno el amor se desploma.
Ahora ya es
tarde. Sabemos. Pensamos. (Buscábamos almas.)
Ahora
sabemos que el alma no es piedra ni flor que se toca.
Como astros
gemelos y ajenos pasamos, sabiendo
que el alma
se niega si el cuerpo se niega.
Que nunca se
logra si el cuerpo se logra.
Dejamos
encima del mar marchitarse la luna.
Cómo errar,
por los años, sin gloria.
Cómo aceptar
que las almas son vagos ensueños
que en
sueños tan sólo se dan, y despiertos se borran.
Qué consuelo
ha de haber, si lograr una gota de un alma
es pretender
apresar el latir de la tierra, desnuda y redonda.
Estamos
despiertos. Sabemos. Como astros soberbios, caídos,
sentimos la
boca glacial de la muerte tocar nuestra boca.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario