El
olvido
José
María Heredia
Los
escombros del templo, sobre el alta colina,
yacen.
Y en este erial, entre ramas fragosas,
los
broncíneos héroes y marmóreas diosas
bajo
el yugo cayeron de la muerte divina.
Al
abrevar los bueyes, entona en su bocina
el
pastor un antiguo cantar; y en las brumosas
tinieblas,
se destacan sus formas prodigiosas
sobre
el negro horizonte de la calma marina.
Cara
a los viejos dioses, en primavera, siente
la
tierra maternal cómo es fútil su canto,
y
hace brotar del roto capitel otro acanto.
Mas
al sueño ancestral el hombre indiferente
oye
impasible, en medio de las noches serenas,
al
mar que se acongoja llorando a las sirenas.
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