Cae
la lluvia, recia y fría; la luz se acaba, el olor a jazmín lo envuelve todo. Ella
de pie en el balcón, él no se sabe dónde. Hubo otra tarde cuando la melodía del
llover acompañó las respiraciones agitadas y no había manos frías, ni ganas de
dormir. Entender los naufragios que uno elije es complicado. Eso le ha quedado
claro. También claro que no se puede evitar el caos de palomas que revolotean
sobre los cuerpos desnudos, ni los silencios, menos el adiós (ese que oculta las
ganas de pedir: quédate a mi lado).
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