Tampoco es que sepa lo que significa, ni que pueda
distinguir entre el bien y el mal. Pero, segura estoy que desperté a su lado.
Nos observamos. En la boca del tiempo contuvimos el aliento para seguir
adelante. En la boca del tiempo aún alcanzamos un poco de felicidad. No tanta.
La suficiente para acurrucarme a su lado. La suficiente para trepar con mis
besos por su espalda, luego se hicieron palomas que traían una invitación: vamos a caminar y extraviarnos
en la tarde. Hay amaneceres que son así, amaneces con las manos apretando el
listón de cierta bolsita que guarda recelosa besos que no desean escapar, que
no deseas olvidar. Mañanas llenas de ganas de mandar todo al demonio y
preocuparte de cosas importantes como los versos que no le has dicho, como las
sonrisas que no te ha dado.
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