Uno.
Esas putas ganas de decir una palabra, de ensayarla con el viento y jamás
decirla.
Dos.
Nuestros dedos en recorrido por la espalda del otro, mi piel que no sabe fingir
y las ganas de correr.
Tres.
Mi suspiro en tus labios, el sabor del café y la vuelta de una estampa donde
las palomas revoloteaban el balcón. Ganas de volver.
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