Mudo de
noche
Vicente
Aleixandre
Las ventanas
abiertas.
Voy a cantar
doblando.
Canto con
todo el cuerpo,
moviendo
músculos de bronce
y sostenido
el cielo derrumbado como un sollozo retenido.
Con mis
puños de cristal lúcido quiero ignorar las luces,
quiero
ignorar tu nombre, oh belleza diminuta.
Entretenido
en amanecer,
en expulsar
esta clarividencia que me rebosa,
siento por
corazón un recuerdo, acaso una pluma,
acaso ese
navío frágil olvidado entre dos ríos.
Voy a virar
en redondo.
¿Cómo era
sonreír, cómo era?
Era una
historia sencilla, fácil de narrar, olvidada
mientras la
luz se hacía cuerpo y se la llevaban las sangres.
Que fácil
confundir un beso y un coágulo.
Oh, no
torzáis los rostros como si un viento los doblase,
acordaos que
el alba es una punta no afilada
y que su
suavidad de pluma es propicia a los sueños.
Un candor,
una blancura, una almohada ignorante de las cabezas,
reposa en
otros valles donde el calor está quieto,
donde ha descendido
sin tomar cuerpo
porque
ignora todavía el bulto de las letras,
esos
lingotes de carne que no pueden envolverse con nada.
esta
constancia, esta vigencia, este saber que existe,
que no sirve
cerrar los ojos y hundir el brazo en el río,
que los
peces de escamas frágiles no destellan como manos,
que resbalan
todas las dudas al tiempo que la garganta se obstruye.
Pero no
existen lágrimas.
Vellones,
lana vivida, límites bien tangibles
descienden
por las laderas para recordarme los brazos.
¡Oh, sí!, la
tierra es abarcable y los dedos lo saben.
Ellos ciegos
de noche se buscan por los antípodas,
sin más guía
que la fiebre que reina por otros cielos,
sin más
norte, oh caricia, que sus labios cruzados.
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