RECINTO
XVIII
Carlos Pellicer
¿Dónde pondré
el oído que no escuche
mi propia voz
llamarte?
¿Y dónde no
escuchar este silencio
que te aleja
espaciosamente triste?
Yo camino las
horas presenciadas
por los dos,
en nosotros.
Sé del fruto
maduro de las voces
en campos de
septiembre.
Sé de la
noche esbelta y tan desnuda
que nuestros
cuerpos eran uno solo.
Sé del
silencio ante la gente oscura,
de callar
este amor que es de otro modo.
Mientras
llueve la ausencia yo liberto
la esclavitud
de carne y sola el alma
cuelga en los
aires su águila amorosa
que las nubes
pacificas igualan.
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