Anotaciones
al margen:
Revisé
un cuaderno. Dos oraciones con letras lindas, aparentes ideas claras era lo que
tenía escrito cuando llegó a mis manos por obra del azar.
Me
exigió durante muchos años ser escrito con frecuencia y cambiar mi estilo al
narrar a partir de los esquemas que él determinaba. El cuaderno engordó de
historias tachonadas, papeles superpuestos con chicle, constantes correcciones
y fue enmoheciendo. Cuando lo leía quería que lo hiciera en voz alta, exigía
ser presumido.
El
cuaderno iba a las reuniones por mí, iba a tomar café con mis amigos, usaba mis
lentes y repetía mis pensamientos, siempre. El cuaderno ligó y engañó chicos
con cuentos que fotocopiaba de autores famosos pegándolos entre sus hojas con
cinta adhesiva. Se volvió famoso a partir de mis letras corruptas por su propio
ego.
Cansada
de sus ficciones, lo dejé afuera de mi departamento a la vista de todos
esperando que alguien se lo llevara y así fue. Finalmente.
Hoy
lo vi exhibido en el aparador de una librería esotérica. Lo reconocí por una
marca que dejé en su portada con tinta indeleble, mi nombre.
Entré
a la tienda con curiosidad, lo abrí y no me sorprendió descubrir que está
completamente vacío.
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