Apuntes
Fernando
Pessoa
Mi
alma se rompió como un cuenco vacío.
Cayó
escaleras excesivamente abajo.
Cayó
de las manos de una criada descuidada.
Cayó,
y se hizo más pedazos que loza había en el cuenco.
¿Tontería?
¿Imposible? ¡Yo no sé!
Tengo
más sensaciones que cuando me sentía yo.
Soy
una dispersión de trozos sobre un felpudo sin sacudir.
El
ruido hecho al caer fue como de cuenco al romperse.
Los
dioses que hay se asoman a la barandilla de la escalera.
Y
contemplan los pedazos que su criada hizo de mí.
No
os enfadéis con ella.
Sed
tolerantes con ella.
Cuenco
vacío, ¿qué era yo?
Miran
los pedazos absurdamente conscientes,
más
conscientes de sí mismos, no conscientes de ellos.
Miran
y sonríen.
Sonríen
tolerantes a la criada involuntaria.
Se
va extendiendo la gran escalinata alfombrada de estrellas.
Un
pedazo brilla, por el lado de su exterior lustroso, entre los astros.
¿Mi
obra? ¿Mi alma principal? ¿Mi vida?
Un
pedazo.
Y
los dioses lo miran especialmente, pues no saben por qué ha quedado allí.
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