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miércoles, 19 de febrero de 2014

Hubo mañanas lluviosas que precedieron a noches de tormenta,  cuando las ventanas no se abrieron más y al interior de las habitaciones se percibía el aroma del miedo, ese que paraliza, que hace al hombre sentirse tan pequeño, tan frágil, tan impotente. Muchas veces, al darse cuenta de que lo esperado no era más que una ingenua ilusión, creada para llenar vacíos sobreviene otra vez la tormenta. Algunos pudimos resistir la primera vez, salimos de ahí con las alas rotas, con la mirada triste a buscar una esperanza que nos invitara a seguir, un amanecer que nos regalara una sonrisa…pero si esta vez el peso de la vida nos aplasta y nos convencen de que la vida es eso que ellos dicen, ¿y si no volvemos a escuchar las piedritas que golpetean las ventanas?

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