Nocturno mar
Xavier
Villaurrituia
Ni tu
silencio duro cristal de dura roca,
ni el frío
de la mano que me tiendes,
ni tus
palabras secas, sin tiempo ni color,
ni mi
nombre, ni siquiera mi nombre
que dictas
como cifra desnuda de sentido;
ni la herida
profunda, ni la sangre
que mana de
sus labios, palpitante,
ni la
distancia cada vez más fría
sábana nieve
de hospital invierno
tendida
entre los dos como la duda;
nada, nada
podrá ser más amargo
que el mar
que llevo dentro, solo y ciego,
el mar,
antiguo Edipo que me recorre a tientas
desde todos
los siglos,
cuando mi
sangre aún no era mi sangre,
cuando mi
piel crecía en la piel de otro cuerpo,
cuando
alguien respiraba por mí que aún no nacía.
El mar que
sube mudo hasta mis labios,
el mar que
me satura
con el
mortal veneno que no mata
pues
prolonga la vida y duele más que el dolor.
El mar que
hace un trabajo lento y lento
forjando en
la caverna de mi pecho
el puño
airado de mi corazón.
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