A ...
Edgar Allan
Poe
Las
enramadas donde veo
en sueños,
las más variadas
aves
cantoras, son labios y son
tus
musicales palabras susurradas.
Tus ojos,
entronizados en el cielo,
caen al fin
desesperadamente
¡oh Dios!,
en mi funérea mente
como luz de
estrellas sobre un velo.
Oh, tu
corazón... suspiro al despertar
y duermo
para soñar hasta que raya el día
en la verdad
que el oro jamás podrá comprar
y en las
bagatelas que sí podría.
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