¿Serás,
amor...
Pedro
Salinas
¿Serás,
amor
un
largo adiós que no se acaba?
Vivir,
desde el principio, es separarse.
En
el mismo encuentro
con
la luz, con los labios,
el
corazón percibe la congoja
de
tener que estar ciego y sólo un día.
Amor
es el retraso milagroso
de
su término mismo:
es
prolongar el hecho mágico
de
que uno y uno sean dos, en contra
de
la primer condena de la vida.
Con
los besos,
con
la pena y el pecho se conquistan,
en
afanosas lides, entre gozos
parecidos
a juegos,
días,
tierras, espacios fabulosos,
a
la gran disyunción que está esperando,
hermana
de la muerte o muerte misma.
Cada
beso perfecto aparta el tiempo,
le
echa hacia atrás, ensancha el mundo breve
donde
puede besarse todavía.
Ni
en el lugar, ni en el hallazgo
tiene
el amor su cima:
es
en la resistencia a separarse
en
donde se le siente,
desnudo
altísimo, temblando.
Y
la separación no es el momento
cuando
brazos, o voces,
se
despiden con señas materiales.
Es
de antes, de después.
Si
se estrechan las manos, si se abraza,
nunca
es para apartarse,
es
porque el alma ciegamente siente
que
la forma posible de estar juntos
es
una despedida larga, clara
y
que lo más seguro es el adiós.
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