Estelas de sal
Pisamos
sobre la blanca estela de la sal, ninguno sabía hacia dónde debía ir; solamente
creíamos que detener los pasos no era una posibilidad. Hablamos del adiós, de
la tristeza de las manos que sostienen las cuerdas del tiempo pasado, de ti… de
él… La sal empezaba a lastimar la piel.
Jugamos a preguntar acerca de la
verdad, no había reglas claras, sin embargo la oscuridad nos brindó un par: ser
sinceros, llorar sin pena alguna. Las lágrimas mojaron la sal; la sal se hizo
casi transparente, la piel empezaba a sentir ardor.
Pensamos acerca de la verdad, cada
uno sentado por su lado, en silencio; dibujando extrañas figuras sobre las
estelas de sal. Al fondo parecía que el mar no iba a dejar nunca de rugir;
sobre nosotros la luna nueva que nos negaba la luz, que nos daba la penumbra,
las lágrimas y las transparencia de la sal. La piel dolía, la sal quemaba…
Hablamos de la verdad, de sus
aristas, de su absurda existencia. Nos reunimos para ver la tenue luz de una
vela, que hizo las veces de luna y estatua lastimosa que observaba parpadeando
a los presentes y dejaba caer, de cuando en cuando, sus lágrimas de parafina
que se cuajaban con la sal.
Sufrimos la verdad, aceptamos que no
existe; que todos las poseemos y al abrir los ojos nadie sabe dónde hallarla;
asumimos que la extraviamos, que ya no la necesitamos. Por eso esta noche entre
las estelas de sal dejamos que se oculte… aunque quemé la piel, aunque parezca
que hace falta.
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