Cada
día caigo enfermo. No sé a qué hora, ni sé en qué momento, pero caigo enfermo.
Amanece, despierto y pasa el tiempo, el transcurso del día y caigo enfermo; me
doy cuenta y ya lo siento.
No
importa si me han hecho estudios, ni si tomé filtros, píldoras o mis tónicos,
caigo enfermo. No importa si el día es bello, soleado, lluvioso o triste, caigo
enfermo.
Entonces,
sé cuál es mi remedio. Basta con llegar la noche, al salir la luna, ocurre y
sucede la mejor hora del día , al entrar al lecho, al momento de ir al sueño,
al recostarme ahí contigo, abrazados y estar juntos refundidos en un solo
movimiento y en un solo personaje; ahí con tu pecho en mis espaldas, latiendo
juntos corazones, así, ese es mi remedio y medicina; ahí, entonces, me vuelve
el bienestar perdido, recupero la salud. Es la mejor hora del día, mi volver a
ti y contigo, mi salud, refugio y motor catalizante, para seguir la vida, para
recibir un nuevo día.
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