Y qué se hace con la sensación de
ser ajeno, de no pertenecer, de no ser… hay tardes como esta en que las
sonrisas y las palabras se perciben como a través de una suave bruma que nos
impide ver las finas comisuras, escuchar el terso timbre de aquella voz.
La mayor parte de las veces suele
pasarme cuando he llegado a un lugar por obligación, pero hoy acudí por propia decisión
y no supe qué más hacer para quitarme de la mente, del corazón, de la piel, la
sensación de sobrar, de estar de más… de no pertenecer. Sólo pude beber un té y resguardarme en los cristales empeñados por
el vapor olor a frambuesa.
Ocultar la mirada como un alma
que sabe ha hecho mal, como un animal asustado, como yo que amanecí con tantas
ganas de correr y no parar y dejar que el mundo ruede sin importar qué está
bien y qué mal. Mañana es día de fiesta, de risas y de mandar al diablo todo
esto por un rato.
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