Ningún otro
cuerpo como el tuyo...
Rubén Bonifaz
Nuño
Ningún otro
cuerpo como el tuyo
vino a salir
sobre la tierra,
porque él es
tú. Domingo diario,
simposio y
lecho y mesa puesta
para los
sentidos no platónicos.
Sin verte ni
oírte, voy formándole
el molde de
un instante tuyo;
el estuche
justo, tu morada.
Espacio
puro, impenetrable,
donde
guardarlo aprisionado.
Siguiendo
los innumerables
peldaños
infinitesimales
de tu olor,
bajando y ascendiendo,
las
superficies reconozco,
maravilladas,
de tu cuerpo.
Hueles a
escollo soleado,
a huertas en
la sombra, a tienda
de perfumes;
a desierto hueles,
tierra
grávida, a llovizna;
a carne de
nardo macerada,
a impulsos
de ansias animales.
Y cada aroma
halla respuesta
en un sabor
que lo sostiene,
y el regusto
de la sal, el agrio
del fruto en
agraz; dulcísimo,
el del fruto
maduro y pleno,
el amargor
donde floreces,
mezclándose,
ardiendo, disolviéndose,
hacen de ti
un sabor; el único
sabor, el
que te vuelve en suya.
Y con él
completo la armadura
del perfecto
espacio: tu recinto
inequívoco,
el sitio de ti misma.
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