Canción
otoñal
Federico
García Lorca
Hoy siento
en el corazón
un vago
temblor de estrellas,
pero mi
senda se pierde
en el alma
de la niebla.
La luz me
troncha las alas
y el dolor
de mi tristeza
va mojando
los recuerdos
en la fuente
de la idea.
Todas las
rosas son blancas,
tan blancas
como mi pena,
y no son las
rosas blancas,
que ha
nevado sobre ellas.
Antes
tuvieron el iris.
También
sobre el alma nieva.
La nieve del
alma tiene
copos de
besos y escenas
que se
hundieron en la sombra
o en la luz
del que las piensa.
La nieve cae
de las rosas,
pero la del
alma queda,
y la garra
de los años
hace un
sudario con ellas.
¿Se
deshelará la nieve
cuando la
muerte nos lleva?
¿O después
habrá otra nieve
y otras
rosas más perfectas?
¿Será la paz
con nosotros
como Cristo
nos enseña?
¿O nunca
será posible
la solución
del problema?
¿Y si el amor
nos engaña?
¿Quién la
vida nos alienta
si el
crepúsculo nos hunde
en la
verdadera ciencia
del Bien que
quizá no exista,
y del Mal
que late cerca?
¿Si la
esperanza se apaga
y la Babel
se comienza,
qué antorcha
iluminará
los caminos
en la Tierra?
¿Si el azul
es un ensueño,
qué será de
la inocencia?
¿Qué será
del corazón
si el Amor
no tiene flechas?
¿Y si la
muerte es la muerte,
qué será de
los poetas
y de las
cosas dormidas
que ya nadie
las recuerda?
¡Oh sol de
las esperanzas!
¡Agua clara!
¡Luna nueva!
¡Corazones
de los niños!
¡Almas rudas
de las piedras!
Hoy siento
en el corazón
un vago
temblor de estrellas
y todas las
rosas son
tan blancas
como mi pena.
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