Fragmentos de una alabanza inconclusa
Eduardo Chirino
Debe haber un poema
que hable de ti,
un poema que habite
algún espacio donde pueda hablarte sin
cerrar los ojos,
sin llegar
necesariamente a la tristeza.
Debe haber un poema
que hable de ti y de mi.
Un poema intenso,
como el mar,
azul y reposado en
las mañanas, oscuro y erizado por las noches
irrespetuoso en el
orden de las cosas, como el mar
que cobija a los
peces y cobija también a las estrellas.
Deseo para ti el
sencillo equilibrio del mar, su profundidad y su
silencio,
su inmensidad y su
belleza.
Para ti un poema
transparente, sin palabras difíciles que no
puedas entender,
un poema silencioso
que recuerdes sin esfuerzo
y sea tierno y frágil
como la flor que no me atreví a enredar
alguna vez en tu
cabello.
Pero qué difícil es
la flor si apenas la separamos del tallo dura
apenas unas horas,
qué difícil es el mar
si apenas le tocamos se marcha lentamente
y vuelve al rato con
inesperada furia.
No, no quiero eso
para ti.
Quiero un poema que
golpee tu almohada en horas de la noche,
un poema donde pueda
hallarte dormida, sin memoria,
sin pasado posible
que te altere.
Desde que te conozco
voy en busca de ese poema,
ya es de noche. Los
relojes se detienen cansados en su marcha,
la música se suspende
en un hilo donde cuelga tristemente tu
recuerdo.
Ahora pienso en ti y
pienso
que después de todo
conocerte no ha sido tan difícil como escribir
este poema.
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