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viernes, 26 de junio de 2015

Somos los que encendimos el amor para que dure, para que sobreviva a toda soledad

Página 53

De noche las palabras pesan menos; algunas, como el pronombre te, acompañando sonrojados verbos se pronuncian casi flotando. Algo de responsabilidad deben tener en ello las espigadas copas que burbujean o las recias, cuyo contenido es casi violáceo.
           De noche toda la voluntad acumulada con los meses se derrumba y levanta una nube de polvo que se confunde con el humo de los fumadores que se acercan cada vez más.
         Hay muchas lucecitas blancas, rosadas, casi naranjas. Es una hermosa terraza, hace frío…abajo la ciudad entera palpita sin importar que la madrugada nos abraza. Pienso que un abrigo habría sido mejor opción, así no se me helarían las manos. Escucho muy cerca una oración que lleva el liviano pronombre, no sé si es para mí, pero no volteo. Las palabras, aunque sean livianas, no deberían interrumpir estampas como esa.

De noche las palabras abren puertas, se convierten en llavecitas plateadas que, con un baile de ensayo y error, de pronto logran que las personas se sienten a mirar la misma ciudad y una tomé la mano de la otra; y la otra recargue la cabeza en el hombro de la una.  Pasa un mesero que siente haber interrumpido algo. Quizá sí lo hizo. Otra se levanta, va al pasillo, escribe una pregunta… regresa a la terraza. Hay palabras livianas. hermosas y serias.  Reconocer se lleva las palmas de la noche, explicar que se lee igual en ambos sentidos es una afortunada idea; en recompensa se aprende sobre la estética de la verticalidad, se comprende mejor por qué a Villaurrutia le parecía tan fascinante.
           De noche uno quisiera perder algunas llaves que se han vuelto muy pesadas, no es sencillo cuando se siguen buscando los por qué que nunca se preguntaron.

De noche las palabras, las llaves y las manos se encuentran y recorren senderos tibios, húmedos que conducen a un sueño tranquilo.

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