Al dejar un
alma
Carlos
Pellicer
Agua
crepuscular, agua sedienta,
se te van
como sílabas los pájaros tardíos.
Meciéndose
en los álamos el viento te descuentan
la dicha de
tus ojos bebiéndose en los míos.
Alié mi
pensamiento a tus goces sombríos
y gusté la
dulzura de tus palabras lentas.
Tú alargaste
crepúsculos en mis manos sedientas:
yo
devoré en el pan tus trágicos estíos.
Mis manos
quedarán húmedas de tu seno.
De mis
obstinaciones te quedará el veneno,
flotante
flor de angustia que bautizó el destino.
De nuestros
dos silencios ha de brotar un día
el agua
luminosa que dé un azul divino
al fondo de
cipreses de tu alma y de la mía.
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