La noche
Idea
Vilariño
Es
un oro imposible de comprender, un acabado
silencio
que renace y se incorpora.
Las
manos de la noche buscan el aire, el aire
se
olvida sobre el mar,
el
mar cerrado,
el
mar,
solo
en la noche, envuelto
en
su gran soledad,
el
hondo mar agonizando en vano...
El
mar oliendo a algas moribundas y al sol,
la
arena a musgo, a cielo, el cielo
a
estrellas. La alta noche sin voces
deviniendo
en sí misma, inagotada y plena,
es
la mujer total con los ojos serenos
y
el hombre silencioso olvidado en la playa,
el
alto, el poderoso, el triste,
el
que contempla,
conoce
su poder que crea, ordena el mundo,
se
vuelve a su conciencia que da fe de las cosas,
y
el haz de los sentidos le limita la noche.
Concédeme
esos cielos, esos mundos dormidos,
el
peso del silencio, ese arco, ese abandono,
enciéndeme
las manos,
ahóndame
la vida
con
la dádiva dulce que te pido.
Dame
la luz sombría, apasionada y firme
de
esos cielos lejanos, la armonía
de
esos mundos sellados,
dame
el límite mudo, el detenido
contorno
de esas lunas de sombra,
su
contenido canto.
Tú,
el negado, da todo,
tú,
el poderoso, pide,
tú,
el silencioso, dame la dádiva dulcísima
de
esa miel inmediata y sin sentido.
Estás
solo, lo mismo.
Yo
no toco tu vida, tu soledad, tu frente,
yo
no soy en tu noche más que un lago, una copa,
más
que un profundo lago,
en
que puedes beber aun cerrados los ojos,
olvidado.
soy
para ti como otra oscuridad, otra noche,
anticipo
de la muerte,
lo
que llega en el día frío el hombre espera, aguarda,
y
llega y él se entrega a la noche, a una boca,
y
el olvido total lo ciega y lo anonada.
Sin
límites la noche,
pura,
despierta, sola,
solícita
al amor, ángel de todo gesto...
Estás
solo, lo mismo.
Ebrio,
lúcido, azul, olvidado del alma,
concédete
a la hora.
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