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lunes, 31 de marzo de 2014

aún así no volveremos a vagar a la luz de la luna

NO VOLVEREMOS A VAGAR

Lord Byron
Así es, no volveremos a vagar
tan tarde en la noche,
aunque el corazón siga amando
y la luna conserve el mismo brillo.

Pues así como la espada gasta su vaina,
y el alma consume el pecho,
asimismo el corazón debe detenerse a respirar,
e incluso el amor debe descansar.

Aunque la noche fue hecha para amar,
y los días vuelven demasiado pronto,
aún así no volveremos a vagar

a la luz de la luna.
Estoy triste, y mis ojos no lloran
Pablo Neruda

Estoy triste, y mis ojos no lloran
y no quiero los besos de nadie;
mi mirada serena se pierde
en el fondo callado del parque.

¿Para qué he de soñar en amores
si está oscura y lluviosa la tarde
y no vienen suspiros ni aromas
en las rondas tranquilas del aire?

Han sonado las horas dormidas;
está solo el inmenso paisaje;
ya se han ido los lentos rebaños;
flota el humo en los pobres hogares.

Al cerrar mi ventana a la sombra,
una estrena brilló en los cristales;
estoy triste, mis ojos no lloran,
¡ya no quiero los besos de nadie!

Soñaré con mi infancia: es la hora
de los niños dormidos; mi madre
me mecía en su tibio regazo,
al amor de sus ojos radiantes;

y al vibrar la amorosa campana
de la ermita perdida en el valle,
se entreabrían mis ojos rendidos
al misterio sin luz de la tarde...

Es la esquila; ha sonado. La esquila
ha sonado en la paz de los aires;
sus cadencias dan llanto a estos ojos
que no quieren los besos de nadie.

¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores,
ya hay fragancias y cantos; si alguien
ha soñado en mis besos, que venga
de su plácido ensueño a besarme.

Y mis lágrimas corren... No vienen...
¿Quién irá por el triste paisaje?
Sólo suena en el largo silencio

la campana que tocan los ángeles.

porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto

 […] no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud, después de mí será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños. […]
¿Por qué stop? Por miedo de empezar las fabricaciones, son tan fáciles. Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.


Julio Cortázar, Rayuela

domingo, 30 de marzo de 2014

Rescoldos de sentir
Gilberto Owen

En esa frente líquida se bañaron Susanas como nubes
que fisgaban los viejos desde las niñas de mis ojos púberes.

Cuando éramos dos sin percibirlo casi;
cuando tanto decíamos la voz amor sin pronunciarla;
cuando aprendida la palabra mayo
la luz ya nos untaba de violetas;
cuando arrojábamos perdida nuestra mirada al fondo de la tarde,
a lo hondo de su valle de serpientes,
y el Ave Rokh del alba la devolvía llena de diamantes,
como si todas las estrellas nos hubiesen llorado
toda la noche, huérfanas.

Y cuando fui ya sólo uno
creyendo aún que éramos dos,
porque estabas, sin ser, junto a mi carne.
Tanto sentir en ascuas,
tantos paisajes malhabidos,
tantas inmerecidas lágrimas.

Y aún esperan su cita con Nausícaa
para llorar lo que jamás perdimos.
 El Corazón. Yo lo usaba en los ojos.

pero tú, que estuviste siempre bien, no sientes nada de tu creación.

Los dados eternos
César Vallejo

Para Manuel González Prada esta
emoción bravía y selecta, una de
las que, con más entusiasmo me
ha aplaudido el gran maestro.


Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,

en el hueco de inmensa sepultura.

sueños de domingo

Te alcanza mi mirada. Luego mis pensamientos. Llego con mis manos. Te toco. Hacemos al despertar una mitológica figura: dos cabezas, dos cuerpos, entrelazados, te digo un poema al oído. Un mal poema. Los domingos son de mala poesía. Qué importa. La auténtica poesía se escribe entre tus brazos y en lugar de tinta, humedad.

sábado, 29 de marzo de 2014

Esos mismos trajes que un día habrán de traer a otros vistiendo nuestros cuerpos. Esas sonoras carcajadas que alguien más habrá de imitarnos. Esos pasos que serán los nuestros ahora ya cargados de ausencia. Esos sueños que alguien soñará y no será con nosotros. Esos mismos caminos que alguien más habrá de recorrer. ¡Qué más da!, el instante y las evocaciones de tardes calurosas nos bastarán para volver a ser lo que somos cuando alguien del mismo traje se quite el antifaz.

La he creado desde el fondo de todas las cosas que me son más queridas, y no logro entenderla.

Encuentro

Cesare Pavesse
Estas duras colinas que hicieron mi cuerpo
y lo sacuden con tantos recuerdos, me
mostraron el prodigio
de aquélla, que ignora que la vivo sin poder
entenderla.
La encontré una noche; una mancha más clara
bajo estrellas ambiguas, en la oscuridad del
verano.
Había alrededor la fragancia de estas colinas,
más profunda que la sombra, y de pronto sonó,
como si saliera de estas colinas, una voz limpia
y áspera a la vez, una voz de tiempos perdidos.
Ocasionalmente la veo, viviendo delante de mí,
definida, inmutable, como un recuerdo.
Nunca he podido aferrarla; su realidad
me rehuye siempre y me distancia.
Si es bella, no lo sé. Es joven entre las mujeres:
pienso en ella y me sorprende un lejano
recuerdo
de mi infancia vivida en estas colinas;
tan joven es. Es como la madrugada. Lleva en
sus ojos
todos los cielos lejanos de aquellas madrugadas
remotas.
Y tiene en los ojos un firme propósito: la luz
más limpia
que jamás tuvo el alba sobre estas colinas.
La he creado desde el fondo de todas las cosas

que me son más queridas, y no logro entenderla.

y vuelvo a ser contigo la tierra que tú eres

Odas y germinaciones

Pablo Neruda

I

El sabor de tu boca y el color de tu piel,
piel, boca, fruta mía de estos días veloces,
dímelo, fueron sin cesar a tu lado
por años y por viajes y por lunas y soles
y tierra y llanto y lluvia y alegría
o sólo ahora, sólo
salen de tus raíces
como a la tierra seca el agua trae
germinaciones que no conocía
o a los labios del cántaro olvidado
sube en el agua el gusto de la tierra?

No sé, no me lo digas, no lo sabes.
Nadie sabe estas cosas.
Pero acercando todos mis sentidos
a la luz de tu piel, desapareces,
te fundes como el ácido
aroma de una fruta
y el calor de un camino,
el olor del maíz que se desgrana,
la madreselva de la tarde pura,
los nombres de la tierra polvorienta,
el perfume infinito de la patria:
magnolia y matorral, sangre y harina,
galope de caballos,
la luna polvorienta de la aldea,
el pan recién nacido:
ay todo de tu piel vuelve a mi boca,
vuelve a mi corazón, vuelve a mi cuerpo,
y vuelvo a ser contigo
la tierra que tú eres:
eres en mi profunda primavera:

vuelvo a saber en ti cómo germino.

viernes, 28 de marzo de 2014

Entonces me lo explicas con las manos, tocándome

En la noche de tus manos

Alberto Ruy Sánchez
La noche que guardas en la mano,
la noche que abres para acariciarme,
me cubre como un manto navegable.

Voy hacia ti, lentamente.
En la noche,
el brillo de tus ojos me conduce.
Veo tu rostro en ese sueño.
Veo tu sonrisa.
Me dices algo que no entiendo.
Te ríes.
Entonces me lo explicas con las manos,
tocándome.
Dibujas tu nombre en mi vientre,
como un tatuaje,
con letras por ti inventadas,
que son caricias.
Voy hacia ti,
con infinita paciencia,
como si un inmenso mar entero
fuera la medida de este viaje.
Voy de la orilla de mi cuerpo al tuyo.
Tu sonrisa es mi viento favorable.
La noche en el hueco de tus manos
canta como el mar, con furia.
Llenas mi espalda con las huellas
de un oleaje que entra suave
y arañando se retira.

Entras en mis oídos
dibujando caracoles marinos:
dentro llevo ya tus tormentas,
tus ciclones,
tus abismos.
Tus voces bajan ya por mi garganta.
Entras también en mis ojos con tu mirada:
los tuyos tienen el color cambiante del agua.
Entras en mi pecho con el tuyo:
la piel protesta haciendo remolinos.
En la orilla más baja de mi vientre
tus caderas dejan,
una y otra vez,
la curva más violenta de tus olas:
bañas mis playas,
las golpeas y las devoras.
Tu espuma y la mía se mezclan,
como mis labios y los tuyos.

Tu cuerpo de agua canta.
Sus voces me llevan en su corriente.
En la noche de tus manos
visito todos tus sueños.

Déjame contarte con las manos los míos.

jueves, 27 de marzo de 2014

en ciertas fechas, en ciertos días...

Seis años después

Joseph Brodsky

Hacía tanto de la vida juntos que ya
el dos de enero caía de vuelta un martes
haciendo que la ceja de ella, asombrada, se alzara
como un limpiaparabrisas en la lluvia,
para que su tristeza empañada se fuera, y mostrase
el camino despejado que esperaba delante.

Hacía tanto de la vida juntos que una vez
empezó a nevar, parecía interminable;
por temor a que los copos la obligaran a cerrar
los párpados, los atajé con la mano, ellos
simulando no creer en aquella devoción de ojos,
me golpetearon la palma como mariposas.

Se había vuelto tan ajena toda novedad
que los enredos del sueño avergonzarían
cualquier hondura que el analista extrajese;
cuando mis labios soplaron la vela,
los suyos, aleteando desde mi hombro, buscaron
unirse a los míos, sin pensarlo siquiera.

Hacía tanto de la vida juntos que aquellas
rosas de papel hechas jirones ya no estaban,
y un bosque entero de abedules había crecido
junto a la pared, y de pura casualidad teníamos dinero,
y como lenguas sobre el mar, por treinta días,
el atardecer amenazó a Turquía con su furia.

Hacía tanto de la vida juntos, sin libros,
sillas ni enseres –sólo aquella vieja cama-
que el triángulo, antes de surgir,
había sido una perpendicular, la cabeza
de algún conocido cerniéndose sobre
dos puntos que se habían fusionado por amor.

Hacía tanto de la vida juntos que ella
y yo, con nuestras sombras unidas, habíamos compuesto
una puerta doble, una puerta que, aun si nos perdíamos
en el trabajo o el descanso, siempre estaba cerrada:
de algún modo sus hojas se abrieron y cruzamos
hacia al futuro, hacia la noche.


versión de Daniela Camozzi

Únicamente el sueño de un espejo

Haz que yo pueda ser, amor, la escala

Rubén Bonifaz Nuño

Haz que yo pueda ser, amor, la escala

en que sus pies se apoyan, el torrente

de luz para su sed, o, suavemente,

el cauce en que su vida se resbala.

Sólo soy un espejo para el ala

de un ángel dividido, que así siente

que le soy necesario, y dulcemente

a mi dolor su claridad iguala.

Y eso es todo, amor: sólo un reflejo.

No escala, luz ni cauce, en que pudiera

subir, brillar, o transcurrir ligera.

Únicamente el sueño de un espejo

mudo a veces, y opaco, en donde anida

la imagen solitaria de su vida.

insisto/ sucede/ era o no era

Ex voto
Eugenio Montale

Sucede
que las afinidades del alma no lleguen
a los gestos y a las palabras sino que permanezcan
difusas como un magnetismo. Es extraño,
pero pasa.

Puede ser
que sea cierta tan sólo la lejanía,
cierto el olvido, cierta la hoja seca
más que el fresco pimpollo. Todo eso y más
puede darse o decirse.

Entiendo
tu obstinada voluntad de estar siempre ausente
porque sólo así se manifiesta
tu magia. Innúmeras son las astucias
que advierto.

Insisto
en buscarte en la astilla y nunca
en el árbol enhiesto, nunca en lo lleno, siempre
en lo vacío: en eso que hasta el taladro
resiste.

Era o no era
la voluntad de los numen que presidían
tu lejano hogar, extraños
multiformes multialmas animales domésticos;
quizás sólo me lo parecía
o no era así.

Ignoro
si mi inexistencia sacia tu destino,
si la tuya colma el mío que se desborda,
si la inocencia es una culpa o bien
se gesta en el umbral de tus lares. De mí,
de ti todo lo sé, todo
lo ignoro.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Objetos perdidos

Julio Cortázar

Por veredas de sueño y habitaciones sordas
tus rendidos veranos me aceleran con sus cantos
Una cifra vigilante y sigilosa
va por los arrabales llamándome y llamándome
pero qué falta, dime, en la tarjeta diminuta
donde están tu nombre, tu calle y tu desvelo
si la cifra se mezcla con las letras del sueño,

si solamente estás donde ya no te busco.
La piel
Idea Vilariño

Tu contacto
tu piel
suave fuerte tendida
dando dicha
apegada
al amor a lo tibio
pálida por la frente
sobre los huesos fina
triste en las sienes
fuerte en las piernas
blanda en las mejillas
y vibrante
caliente
llena de fuegos
viva
con una vida ávida de traspasarse
tierna
rendidamente íntima
así era tu piel
lo que tomé

que diste.

martes, 25 de marzo de 2014

para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos

Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos, y entonces primero cosas como estrellas amarillas (moviéndose en una jalea de terciopelo), luego saltos rojos del humor y de las horas, ingreso paulatino en un mundo-Maga que era la torpeza y la confusión pero también helechos con la firma de la araña Klee, el circo Miró, los espejos de ceniza Vieira da Silva, un mundo donde te movías como un caballo de ajedrez que se moviera como una torre que se moviera como un alfil […]


Julio Cortázar, Rayuela

Si existo es un error el saberlo. Si me recuerdo parece que yerro

A lo lejos en la noche lunar

Fernando Pessoa

A lo lejos en la noche lunar
en el río una vela
al serena pasar
que es lo que me revela?
No lo sé, pero mi ser
se me volvió extraño,
y yo sueño sin ver
los sueños que hallo.
¿Qué angustia me enlaza?
¿Qué amor no se explica?
y la vela que pasa,
en la noche que anida.
Sueño. No sé quien soy en este momento.
Duermo sintiendo-me. En la hora calma
pensamiento olvida el pensamiento,
mi alma no tiene alma.
Si existo es un error el saberlo. Si me recuerdo
parece que yerro. Siento que no sé
nada quiero ni tengo ni recuerdo
no tengo ser ni leí.
Lapso de la conciencia entre ilusiones,
fantasmas me limitan y me contienen.
Duerme insciente de ajenos corazones,
corazón de nadie.

El recuerdo será como una llama que aun hasta ayer mordía los apagados ojos

El paraíso sobre los tejados
Cesare Pavese

Será un día tranquilo, con una luz fría
como el sol que levanta o que muere, y el cristal
cerrará el aire sucio del cielo exterior.
Nos despertarán un día, de una vez para siempre,
en la tibieza del último sueño: la sombra
será tal la tibieza. Llenará la habitación,
por el gran ventanal, un cielo aún más grande.
Desde la escalera que se subió un día para siempre
no llegarán más voces ni más rostros muertos.
No será necesario abandonar el lecho.
Sólo el alba entrará en la estancia vacía.
Bastará la ventana para vestirlo todo
de una tranquila claridad, casi como una luz.
Pondrá una sombra pálida sobre el rostro supino.
Los recuerdos serán como grumos de sombra
aplastados igual que vieja brasa
en el camino. El recuerdo será como una llama

que aun hasta ayer mordía los apagados ojos.

lunes, 24 de marzo de 2014

para el gastado ejercicio de la vigilia y la demolición

Quisiera derribar con una palabra esa muralla que crece sobre bosques, encima del vacío. Hay delicadas sombras que solo necesitan de un gesto para derrumbarse, hay poderosos puentes que terminan siendo de papel, al fin y al cabo. Hay, también, un grito ahogado que hemos guardado para los malos ratos, para los días entre peces, para el gastado ejercicio de la vigilia y la demolición.
He sentido esa palabra crecer más allá de la garganta, debajo de los ojos, traspasando el sueño y la urgencia. Pero la palabra es muda como el grito de un cenzontle, de un guardabarranco, de un gorrión. Los pájaros, ya lo sabemos, solo saben cantar. Sus aullidos son trinos y no sabemos qué parte tienen de deseo o de rabia o de dolor.
No es que sea un pájaro ni que sepa cantar. Esto es una analogía, silvestre y sencilla como la lluvia de todos los veranos. Es solo esa reposada, melancólica, apacible certeza de que en el silencio los aullidos duermen como espadas. Aguardan. Su espera es una espina que se mece entre el corazón y la noche, encima del largo y tumultuoso mar