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domingo, 28 de septiembre de 2014

Lugares

Ulalume González de León

No sé dónde está el árbol
que me hace estar tan lejos
ahora que se acerca

No sé si yo lo traigo
o si es él quien me lleva

Un hilo desde el fondo de su tiempo
tira de mí y me arrastra

mientras tiro de un hilo
para arrancarlo al fondo de su tiempo

Él llega -árbol entero
Yo de mí misma falto

La memoria nos cambia de lugares

sin movernos de nuestros sitios

las vanas ganas...

Son las ganas de besarte pausadamente, como para aprender de la humedad de tus labios; como para olvidar ahí, que hay un mundo caótico que nos reclama.

Son las ganas de ser, pero de ser sin dudas,  sin juicios, en una tarde calma que no existe, que no es; pero que mi imaginación construye una y otra vez.


Son las ganas de abandonar las ganas de besarte y de ser, las ganas de aceptar que quizá lo más bonito ya pasó y ahora somos esto, de aceptar que somos así y que en algún punto mentimos; que la distancia se hace menor pero el abismo crece. 

sábado, 27 de septiembre de 2014

huecos como refugios de pájaros errantes...

Es de los que la pierden...

Esperanza Ortega

Es de los que la pierden
la inocencia
sin saber
sin audacia

huecos
como refugios
de pájaros errantes
así quedan
petrificados por la mirada altiva

no atiende
la caricia sombría al abrazo ignorado
del inocente

sin fecha sin memoria

sordo el golpe rotundo

del pájaro caído
Fue el sonido de la moneda al caer. Todo se deshizo en el instante en que el metal golpeó contra la madera de aquella mesa de burda factura. Meses atrás, cuando las noches eran lluviosas, se habían encontrado; los habían encontrado, porque al parecer los mejores encuentros de la vida no suceden por azar.
            Sucedió bajo la lluvia, cuando las gotas lavan penas, cuando el sol no puede cegar. Una bicicleta el pretexto, una invitación la razón. Pasa que las desdichas se juntan y hacen felicidad, efímera, pero felicidad. Hay felicidad de sabores y colores, ella prefería la de café azul.
            Esa tarde, de nuevo los encontraron, para conciliar felicidad de la que más le gustaba a él: la de rojo chocolate. La tarde trajo risas, pena por cierto lodo en los pantalones de ella, mejillas rojas y manos temblorosas.

            Cuando la moneda se quedó quieta y oculta bajo la mano, imperó el silencio y ojos grandes como platos se miraron; conforme la mano se levantaba, los labios se preparaban a sonreír; aquello de apostar futuras tardes sale muy bien a quienes da lo mismo si la moneda cae cara o cruz. 

viernes, 26 de septiembre de 2014

escucha los sueños deseantes de su amada con la nitidez de un respiro...

http://www.sinembargo.mx/opinion/26-09-2014/27618
C-121
Pablo Garcia Casado

it seems so long ago, Nancy
Leonard Cohen

no muy lejos en esa ciudad con sus miles
de citas a ciegas hubo también otras noches
como ésta volviendo a casa -las vías

muertas del regreso las mismas preguntasÂ
y es que a pesar del amor de los brazos
y de las piernas abiertas la soledad regresa


con sus dudas

jueves, 25 de septiembre de 2014

Anotaciones al margen:
Revisé un cuaderno. Dos oraciones con letras lindas, aparentes ideas claras era lo que tenía escrito cuando llegó a mis manos por obra del azar.
Me exigió durante muchos años ser escrito con frecuencia y cambiar mi estilo al narrar a partir de los esquemas que él determinaba. El cuaderno engordó de historias tachonadas, papeles superpuestos con chicle, constantes correcciones y fue enmoheciendo. Cuando lo leía quería que lo hiciera en voz alta, exigía ser presumido.
El cuaderno iba a las reuniones por mí, iba a tomar café con mis amigos, usaba mis lentes y repetía mis pensamientos, siempre. El cuaderno ligó y engañó chicos con cuentos que fotocopiaba de autores famosos pegándolos entre sus hojas con cinta adhesiva. Se volvió famoso a partir de mis letras corruptas por su propio ego.
Cansada de sus ficciones, lo dejé afuera de mi departamento a la vista de todos esperando que alguien se lo llevara y así fue. Finalmente.
Hoy lo vi exhibido en el aparador de una librería esotérica. Lo reconocí por una marca que dejé en su portada con tinta indeleble, mi nombre.

Entré a la tienda con curiosidad, lo abrí y no me sorprendió descubrir que está completamente vacío.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Y al mismo tiempo, así, juego a perderte y a descubrirte, y sé que te descubro siempre mejor de como te he perdido.

Centímetro a centímetro

Rubén Bonifaz Nuño

-Piel, cabello, ternura, olor, palabras-
mi amor te va tocando.
Voy descubriendo a diario, convenciéndome
de que estás junto a mí, de que es posible
y cierto; que no eres,
ya, la felicidad imaginada,
sino la dicha permanente,
hallada, concretísima; el abierto
aire total en que me pierdo y gano.

Y después, qué delicia
la de ponerme lejos nuevamente.
Mirarte como antes
y llamarte de "usted", para que sientas
que no es verdad que te haya conseguido;
que sigues siendo tú, la inalcanzada;
que hay muchas cosas tuyas
que no puedo tener.

Qué delicia delgada, incomprensible,
la de verte lejos,
y soportar los golpes de alegría
que de mi corazón ascienden
al acercarse a ti por vez primera;
siempre por primera, a cada instante.
Y al mismo tiempo, así, juego a perderte
y a descubrirte, y sé que te descubro
siempre mejor de como te he perdido.

Es como si dijeras:
"Cuenta hasta diez, y búscame", y a oscuras
yo empezara a buscarte, y torpemente
te preguntara: ¿estás allí?", y salieras
riendo del escondite,
tú misma, sí, en el fondo; pero envuelta
en una luz distinta, en un aroma

nuevo, con un vestido diferente.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Las voces prohibidas

Efraín Huerta
Más despacio que nunca, casi agónicas,
marchan y duelen estas voces o estrellas.

Húmedos pies descalzos, breves pieles,
dulce origen, impío desorden. Voces
que purifican lo que tocan. Voces
todo milagro. Suaves voces de amor.

Voces para decir amor toda la vida
y todo el santo día y a la lenta distancia
de una noche de sueño, amor y voces.

Cálidas o despiertas, dormidas o ya frías,
estas voces se pegan a los labios
y dicen y se dicen altos, duros misterios,
prohibidos latidos, esbeltos calosfríos.

Despaciosas y firmes, llegan como
las bestias, crecen como el encino,
y no hay en ellas nada que no sea verdadero.

Pero duelen. Son dardos de amorosa ponzoña
y dan la seca muerte del olvido.

No perdonan, no aman,
no son ríos serenos, sino fuego,
ardiente maldición, dolorosa quietud.

Vienen así, calladas, caminando caminos
de helado polvo. Son las voces
que ya nunca se dicen.

Por eso duelen y por eso ardo
junto a ellas, como al pie de una hoguera.
Ardo y adoro al mismo tiempo
porque nada me callan o no me dicen nada.

Asciendo rudas catedrales de miedo
y el vacío es un lago de hambre y sal.
Me maldigo con ellas
pero duermo con ellas.

Cuando la sed se haya quemado
en mi garganta,
cuando no tenga paz ni amor,
cuando todo sea voces y no llantos,
una pequeña sombra habrá a mi lado.

No la rosa del ansia ni el clavel de miseria,
sino la joven luz del alba,

la joven voz del alba mía.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Madrid (1937)

Pablo Neruda

En esta hora recuerdo a todo y todos,
fibradamente, hundidamente en
las regiones que -sonido y pluma-
golpeando un poco, existen
más allá de la tierra, pero en la tierra. Hoy
comienza un nuevo invierno.
No hay en esa ciudad,
en donde está lo que amo,
no hay pan ni luz: un cristal frío cae
sobre secos geranios. De noche sueños negros
abiertos por obuses, como sangrientos bueyes:
nadie en el alba de las fortificaciones,
sino un carro quebrado: ya musgo, ya silencio de edades
en vez de golondrinas en las casas quemadas,
desangradas, vacías, con puertas hacia el cielo:
ya comienza el mercado a abrir sus pobres esmeraldas,
y las naranjas, el pescado,
cada día traídos a través de la sangre,
se ofrecen a las manos de la hermana y la viuda.
Ciudad de luto, socavada, herida,
rota, golpeada, agujereada, llena
de sangre y vidrios rotos, ciudad sin noche, toda
noche y silencio y estampido y héroes,
ahora un nuevo invierno más desnudo y más solo,
ahora sin harina, sin pasos, con tu luna
de soldados.
A todos, a todos.
Sol pobre, sangre nuestra
perdida, corazón terrible
sacudido y llorando. Lágrimas como pesadas balas
han caído en tu oscura tierra haciendo sonido
de palomas que caen, mano que cierra
la muerte para siempre, sangre de cada día
y cada noche y cada semana y cada
mes. Sin hablar de vosotros, héroes dormidos
y despiertos, sin hablar de vosotros que hacéis temblar el agua
y la tierra con vuestra voluntad insigne,
en esta hora escucho el tiempo en una calle,
alguien me habla, el invierno
llega de nuevo a los hoteles
en que he vivido,
todo es ciudad lo que escucho y distancia
rodeada por el fuego como por una espuma
de víboras, asaltada por una
agua de infierno.
Hace ya más de un año
que los enmascarados tocan tu humana orilla
y mueren al contacto de tu eléctrica sangre:
sacos de moros, sacos de traidores,
han rodado a tus pies de piedra: ni el humo ni la muerte
han conquistado tus muros ardiendo.
Entonces,
qué hay, entonces? Sí, son los del exterminio,
son los devoradores: te acechan, ciudad blanca,
el obispo de turbio testuz, los señoritos
fecales y feudales, el general en cuya mano
suenan treinta dineros: están contra tus muros
un cinturón de lluviosas beatas,
un escuadrón de embajadores pútridos
y un triste hipo de perros militares.

Loor a ti, loor en nube, en rayo,
en salud, en espadas,
frente sangrante cuyo hilo de sangre
reverbera en las piedras malheridas,
deslizamiento de dulzura dura,
clara cuna en relámpagos armada,
material ciudadela, aire de sangre
del que nacen abejas.
Hoy tú que vives, Juan,
hoy tú que miras, Pedro, concibes, duermes, comes:
hoy en la noche sin luz vigilando sin sueño y sin reposo,
solos en el cemento, por la tierra cortada,
desde los enlutados alambres, al Sur, en medio, en torno,
sin cielo, sin misterio,
hombres como un collar de cordones defienden
la ciudad rodeada por las llamas: Madrid endurecida
por golpe astral, por conmoción del fuego:
tierra y vigilia en el alto silencio
de la victoria: sacudida
como una rosa rota: rodeada

de laurel infinito!

jueves, 18 de septiembre de 2014

Momentos para aprender a dar gracias...
Día tres:

1. Por la gente que cambió mi historia para siempre.
2. Por mi memoria, repleta de vida.
3. Por las palabras bellas que tantos amigos y demás me han regalado.
4. Por lo irrepetible.

5. Por el valor de seguir.

el vicio de asomarse al calvario de los hombres...

Liquidez

Mario Benedetti
Cuando el mar y la mar se enamoraron
nació un delfín con la sonrisa puesta
y en lo oscuro más hondo de la noche
creció con un extraño resplandor

cuando el mar y la mar se separaron
el delfín se asomó a la superficie
y poco acostumbrado al abandono
contó su breve historia a las anguilas

se fue el mar hacia el norte en busca de algo
la mar hundió en el sur sus languideces
y el huérfano delfín contrajo el vicio

de asomarse al calvario de los hombres.

martes, 16 de septiembre de 2014

Momentos para aprender a dar gracias...
Día dos:
1. Por los libros que responden y alimentan deseos.
2. Por los sabores... No... Por los sentidos.
3. Por las lágrimas que adelgazan el corazón.
4. Por el destino, con sus caminos entrelazados, intrincados, enredados, distantes... perdidos.

5. Por lo inesperado.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Los días y las noches tejen años, una red con la que me ciegan y confunden...

Los días y las noches tejen años

Willian Faulkner

Los días y las noches tejen años,
una red con la que me ciegan y confunden.
Sin embargo, expuesto al mundo
que me circunda, mi corazón anhela
cosas que sé, pero que no puedo conocer,
diseminadas entre el cielo y la tierra.
Todo el día veo verterse a la luz
del sol, y expulsar al frío
que la noche ha depositado entre estos muros,
pliegue sobre pliegue, hasta que ya no cabe
más. Con los ojos entrecerrados, veo
a la paz y la quietud cubrir,
como un fluido, los muros, e infundirles
calor, y al silencio empaparlos.
No saben, ni les preocupa saber,
por qué suspiran las aguas vespertinas,
por qué giran las estrellas en torno
a la del Norte, y resplandecen y se hielan y se consumen,
ni por qué las estaciones, encaminadas hacia la primavera,
repican las campanas de la vida.
No les aflige no poder hablar,
porque eso no los convertiría en dioses.

Me impregna el sol, hasta que soy
todo sol, y, líquido,
abandono mi pedestal y fluyo,
en calma, por las hileras de flores,
respirando su aliento fragante
y el de la tierra subyacente.
Ahora puede pasar el tiempo, sin que repare en él:
yo soy la vida que da calor a la hierba.

¿O es la tierra la que me da calor a mí? No lo
sé, ni me preocupa saberlo.
Soy uno con las flores,
ahora que se han roto mis cadenas.
En la tierra dormiré,
para no despertarme nunca, ni llorar
por cosas que sé, pero que no puedo conocer,
diseminadas entre el cielo y la tierra,
porque los ojos comprensivos de Pan
me bendicen desde el cielo,
y me ofrecen -a mí, sabedor de su pena-

el don del sueño, y un mañana.

martes, 9 de septiembre de 2014

Nunca mis labios fueron tan sumisos, nunca mi corazón fue más eterno, nunca mi vida fue más justa y clara.

Yo leía poemas y tú estabas...

Carlos Pellicer

Yo leía poemas y tú estabas
tan cerca de mi voz que poesía
era nuestra unidad y el verso apenas
la pulsación remota de la carne.
Yo leía poemas de tu amor
Y la belleza de los infinitos
instantes, la imperante sutileza
del tiempo coronado, las imágenes
cogidas de camino con el aire
de tu voz junto a mí,
nos fueron envolviendo en la espiral
de una indecible y alta y flor ternura
en cuyas ondas últimas -primera-,
tembló tu llanto humilde y silencioso
y la pausa fue así.  -¡Con qué dulzura
besé tu rostro y te junté a mi pecho!
Nunca mis labios fueron tan sumisos,
nunca mi corazón fue más eterno,
nunca mi vida fue más justa y clara.
Y estuvimos así, sin una sola
palabra que apedreara aquel silencio.

Escuchando los dos la propia música
cuya embriaguez domina
sin un solo ademán que algo destruya,
en una piedra excelsa de quietud
cuya espaciosa solidez afirma
el luminoso vuelo, las inmóviles
quietudes que en las pausas del amor
una lágrima sola cambia el cielo
de los ojos del valle y una nube
pone sordina al coro del paisaje
y el alma va cayendo en el abismo
del deleite sin fin.

Cuando vuelva a leerte esos poemas,
¿me eclipsarás de nuevo con tu lágrima?


Aunque vengas mañana en tu ausencia de hoy perdí algún reino...

Canto destruido

Carlos Pellicer

¿En qué rayo de luz, amor ausente
tu ausencia se posó? Toda en mis ojos
brilla la desnudez de tu presencia.
Dúos de soledad dicen mis manos
llenas de ácidos fríos
y desgarrados horizontes.

Veo el otoño lleno de esperanza
como una atardecida primavera
en que una sola estrella
vive el cielo ambulante de la tarde.

Te amo, amor, y nada estoy diciendo
para llamarte. Siento
que me duelen los ojos de no llorar. Y veo
que tu ausencia me encuentra
como el cielo encendido
y una alegría triste de no usarla
como esos días en que nada ocurre
y está toda la casa
inútilmente iluminada.

En la destruida alcoba de tu ausencia
pisoteados crepúsculos reviven
sus harapos, morados de recuerdos.
En el alojamiento de tu ausencia
todo lo ocupo yo, clavando clavos
en las cuatro paredes de la ausencia.

Y este mundo cerrado
que se abre al interior de un bosque antiguo,
ve marchitarse el tiempo,
despolvorearse la luz, y mira a todos lados
sin encontrar el punto de partida.

Aunque vengas mañana
en tu ausencia de hoy perdí algún reino.

Tu cuerpo es el país de las caricias,
en donde yo, viajero desolado
-todo el itinerario de mis besos-
paso el otoño para no morirme,
sin conocer el valor de tu ausencia
como un diamante oculto en lo más triste.



lunes, 8 de septiembre de 2014

Un pajarito me lo dijo. Salió de su jaula y sacó cinco papelitos, uno de ellos era ese secreto. Ahora me toca callármelo y seguir preguntándole a los pajaritos si están a gusto en sus jaulas, si los alimentan bien, si no pasan frío por las noches y si volarán un día para regar esos secretos sobre aquel que se encuentren en el camino.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Miedo; bendito miedo que propicia el deseo la agonía y el rapto, de los que mueren juntos y resucitan luego.

Esa flor instantánea
José Agustín Goytisolo

Miedo a perderse ambos,
vivir el uno sin el otro:
miedo a estar alejados
en el viento de la niebla,
en los pasos del día,
en la luz del relámpago,
en cualquier parte. Miedo
que les hace abrazarse,
unirse en este aire
que ahora juntos respiran.
Y se buscan y se buscan
esa flor instantánea
que cuando se consigue
se deshace en un soplo
y hay que ir a encontrar otras
en el jardín umbrío.
Miedo; bendito miedo
que propicia el deseo
la agonía y el rapto,
de los que mueren juntos

y resucitan luego.

ella observa la ciudad ardiente y cree ver su casa lejos entre otras muchas...

Y saluda a su ausencia

José Agustín Goytisolo

Noche de los amantes: la seducen
los momentos que vive. Ahora se mira,
acaricia su cuerpo muy despacio
mientras piensa por Dios que aún es hermosa.

Noche de los amantes; él se acerca,
la abraza por la espalda ante el espejo
y así enlazados van a la vidriera.
Puso la mano ahí: tacto y dulzura.

Noche de los amantes: ella observa
la ciudad ardiente y cree ver su casa
lejos entre otras muchas. Mueve un brazo

y saluda a su ausencia. Y se estremece.